El término engloba a la bronquitis crónica (estrechamiento de los bronquiolos) y el enfisema pulmonar (deterioro de las paredes de los alveolos).
Es una afección que se desarrolla con el tiempo, es frecuente a partir de los 40 años. Suele dañar la parte superior de los pulmones. En su grado más severo puede producir incapacidad o incluso la muerte.
Los pulmones sanos presentan tubos bronquiales con paredes sensibles, que se abren y permiten el normal flujo del aire para que llegue a los pulmones con nitidez.
En cambio, en un paciente con EPOC, el aire no puede pasar por los bronquiolos, que se presentan inflamados y con exceso de moco (bronquitis) y a su vez, los alveolos deformados no pueden captar el oxígeno (enfisema).
Esto desencadena una serie de síntomas respiratorios que van aumentando y agravándose con el tiempo y el avance de la enfermedad.
¿Cuáles son sus causas?
• Tabaco, inhalación del humo (fumadores activos y pasivos)
• Exposición a polvos, productos químicos o al humo de leña
• Factores genéticos (déficit de alfa-1 antitripsina)
• Contaminación ambiental
¿Qué síntomas tiene?
• Opresión en el pecho
• Tos y expectoración crónica
• Disnea, falta de aire
• Sibilancias (en estadios avanzados)
¿Cómo se trata?
Para tratar los síntomas se indican medicamentos broncodilatadores que relajan los músculos alrededor de las vías respiratorias, para mejorar el ingreso de aire a los pulmones. En general se administran en forma de spray, con inhaladores. Como el Neumocort Plus (budesónida + formoterol) entre otras combinaciones tanto para tratamientos para pacientes estables como agudizados de laboratorio Cassará, por ejemplo.
Las vacunas contra la gripe y la neumonía también colaboran en el tratamiento, ya que los pacientes que padecen EPOC sufren mayor riesgo de vida si contraen estas enfermedades.
Frente a cuadros severos se indica la terapia de oxígeno, rehabilitación pulmonar, cirugía para restaurar tejido pulmonar dañado, y se puede llegar a necesitar trasplante pulmonar.
Desde el inicio del diagnóstico, para ayudar a la terapia y mejorar la calidad de vida, son fundamentales algunos cambios: dejar de fumar, evitar el humo de otros fumadores o lugares con alto grado de contaminación ambiental.
También realizar actividad física (especialmente caminatas), tener una alimentación sana, manejar adecuadamente la respiración con la ayuda de prácticas de yoga o natación, entre otras.
Estas prácticas, incluso son recomendadas a todas las personas, porque los hábitos saludables ayudan a prevenir la enfermedad.
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